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»Dios nuestro,
tú elegiste a Abram,
lo sacaste de Ur,
ciudad de los caldeos.
Le cambiaste el nombre
y lo llamaste Abraham.
Podías confiar en él,
y por eso le prometiste
hacer de sus descendientes
los dueños de un gran territorio.

»Ese territorio lo ocupaban
los cananeos y los hititas,
los amorreos y los ferezeos,
los jebuseos y los gergeseos.
¡Y tú cumpliste la promesa!
¡En ti se puede confiar!

»Nuestros antepasados
sufrieron mucho en Egipto,
pero tú te fijaste en ellos
y escuchaste sus quejas
a orillas del Mar de los Juncos.

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